martes, 29 de octubre de 2013

Mi infancia

Hoy, así como el que no quiere la cosa, he estado echando un ojo a los álbumes de fotos de mi infancia, y de pronto, de una manera completamente figurada y no cierta, he procedido a apretar mi nariz contra los plásticos de las páginas para, en vano, meterme ahí dentro y volver a ser un presioso crío sin preocupaciones, obligaciones, dilemas morales ni barba.
¿No erais vosotros más felices de niños?
¿No os quería más la gente?
¿No erais más guapos?
En serio, yo era una monada. Luego crecí y me malogré, pero antaño era tótem de ricura. Y no lo digo yo, lo dicen los hechos. Al parecer tenía un don natural para ligar. Según cuenta mi familia, en los semáforos me ponía a spamear ''eh'' ''eh'' ''eh'' a las muchachuelas bellas que esperaban junto a mi carrito para poder cruzar, y hasta que no me decían lo preciosísimo que era, no paraba. Mi padre afirma que tenía muy buen gusto al elegir víctimas. Una vez en un cajero, una chica aguantó la puerta para que pasara mi madre con el carrito (era como mi descapotable fucker), y yo, muy agradecido, le di las gracias: ''gracias, guapetona''. Así, a priori, puedes pensar que esa frase resultaría una cucada, pero es que la dije con una cara y un tono de voz bastante preocupantes para un niño de un año. O eso dicen. ¿Que los chavalillos lo tocan todo? Bien, a mí me daba por tocar los culos de las cajeras del Día de al lado de mi casa, sin ningún tipo de piedad ni reparo. Tened en cuenta que en aquellos entonces ese tipo de empleadas estaban mayormente de buen ver (o eso recuerdo), y yo tenía la excusa perfecta: mi corta edad lo hacía todo muy inocente. JÁ. Me gustaría contaros algo que es como de narración obligatoria en toda reunión de mi familia paterna, pero no lo haré porque es turbio. Saber que mi futura esposa escuchará dicha batallita más de una vez me pone nervioso... ¿Dónde se ha quedado toda esa albañilería intravenosa y todo ese desparpajo e iniciativa? ¿DÓNDE? No, no es jasjas, me encantaría saberlo.



Y lo mejor de antaño era que no había mañana, todo se trataba de hoy. Mis mayores problemas consistían en ser castigado sin consola o ser pillado mientras veía Pokemon a escondidas, ya que mis padres creían firmemente en eso que se decía de que daba ataques epilépticos. Si me aburría, me ponían Pesadilla antes de Navidad por enésima vez, y todo solucionado. ¿Qué le pasa a Jack? ¿Qué le pasa a Jack? No sé a donde ha ido no sé a donde irá. Está encerrado ahí, con su soledad. Ya no habla más ¿No se morirá? ¿Qué le pasa a Jack? ¿Qué le pasa a Jack? Si tenía miedo por las noches, la cama de mis progenitores lo curaba. A veces mi tocayo padre me gritaba por pesado, pero siempre contaba con que mamá me acompañase hasta mi cama y se quedase ahí conmigo. Pasar horas en vela pensando en idioteces existenciales no tenía cabida.
Mortadelo y Filemón. Manolito Gafotas. Harry Potter. El barco de vapor.
En los largos recreos del comedor del colegio, jugaba con mis amiguitos a cosas tan guays como La Momia 2, Shrek, Zelda y El Señor de los Anillos, usando las flautas dulces de la clase de música como espadas o pistolas. Era un niño bastante autoritario y siempre me pedía el personaje que me daba la gana, aunque todos quisieran el mismo. Uno de los grandes inconvenientes de mi infancia fue mi aversión al fútbol, ya que era una de las actividades más practicadas por todos, pero supe encontrar a otros de mi especie. Me acuerdo de mis dos primeros grandes amigos. Uno de ellos resultó ser un gilipollas de mayor, pero el otro sigue siendo uno de mis más mejores allegados. También recuerdo a mis dos grandes amores de infancia..., una tenía un nombre muy raro y era muy borde, y la otra era una rubia muy rubia y muy tonta. Es que con esa edad no sabes valorarlas bien. Ambas fueron amores platónicos, obviamente; siempre se me ha dado bien eso del amor platónico.
Un día me regalaron un disfraz de Power Ranger blanco. Adoraba los disfraces. Mi madre me entrenaba para actor desde bien pequeño. ''Ahora estás muy deprimido'', y yo tenía que hacerme el deprimido. ''Ahora te acaba de tocar la lotería'', y yo tenía que saltar de alegría y llorar de felicidad. Me enseñó a cantar e interpretar el estribillo de María de la O que te cagas. Es muy probable que mi vocación de cineasta tenga origen en ella, y, desde luego, es gracias a ella que estudio lo que estudio. De todo lo malo que me pasaba, siempre le echaba la culpa a ella. Que me caía en el parque a 500 kilómetros, ''POR TU CULPA''. Sistemático. A veces sigo echándole la culpa de cosas aleatorias a la pobre, y eso que no se lo merece.
Toda mi familia materna me mimaba muchísimo. El nieto primero. El ojo derecho. LE KING. Estuve viviendo con ellos durante mis primeros años de vida, ahí en El Escorial. Eso da para muchos capítulos de un libro muy denso e infumable, ya que recuerdo muchísimas cosas... Mi abuela me enseñaba canciones como la de siempre que llegas a casa, me pillas en la cocina, embadurnada de harina y con las manos en la masa, que luego las iba cantando por ahí haciendo que la gente se preguntase de dónde me sacaba yo eso, y jugaba conmigo en su infinita paciencia al Mio Cid y al supermercado. Hacían turnos para ver ''Mamá en el país de las maravillas'' conmigo todas las noches hasta que me dormía (mi madre se llama Alicia, y como sólo la veía los fines de semana debido a que trabajaba, yo tiraba por lo melodramático). Mi joven tío se encargó de formarme como friki, regalándome mis primeras consolas (bendita sea esa ferpecta Super Nintendo) y haciéndome visualizar mis primeros animes. En Reyes él era el que se encargaba de subirme al piso de arriba, ponerme audiolibros de Disney, y vigilar que me durmiera, mientras el resto de la gente preparaba los regalos y los globos. Cuando tenía tres años, mi madrina y mi madre se encargaron de preparar el primer Halloween en la historia de los Fernández de Soto (eh, es compuesto), debido a que películas como La maldición de las brujas o la ya citada Pesadilla antes de Navidad me encantaban. Decoraron la casa, me disfrazaron de vampiro, dieron caramelos a los colegas que mi tío tenía por el edificio (en aquellos entonces, chavales de 16-17 años), y me pusieron a pedir a grito de ''truco o trato'', que más bien era un gruco o grao teniendo en cuenta que esos colmillos ocupaban el 87% de mi boca.
¡Diego! ¡Isabel! Los amantes... ¡DE TERUEL! Eso tiene su explicación, pero me la ahorro.
Un día llegó mi hermano. Yo tenía seis años para siete, y era julio. Hacía un calor insoportable (eso es una exageración narrativa, no me acuerdo del clima exacto, pero en julio suele hacer calor, ergo cuadra) y había venido toda la gente desde El Escorial a Madrid para asistir a mi madre. No cabíamos en mi casa. Mi padre, mi madre y mis abuelos se fueron para el hospital y yo me quedé con mis dos tías y mi tío viendo LOS RUGRATS, LA PELÍCULA. Puede parecer que no, pero era una película que iba que ni pintada a la situación, que es cuando nace el hermanito de Tommy. A la mañana siguiente no sé donde se metieron mis tías, porque sólo recuerdo estar jugando con mi tío a la Dream Cast (consolaza), concretamente al Soul Calibur, recibir una llamada, escuchar ''Jorge, ya tienes un hermanito'', y vestirnos para ir al hospital. También estaba mi abuelo, que no sé en qué momento volvió a casa, y nos llevó hasta ahí en coche.
Esa tarde conocí a Álvaro. Un chaval majo. Un pelín callado y calvo. Tenía la cabeza ''apinada'' y un ojo hecho polvo, pero se le corrigió a los pocos días. No sé si fue amor o qué, pero desde entonces todos me caéis peor que él. Es así.


Desde su llegada hay otras muchísimas cosas que contar, pero supongo que ya he resultado suficientemente soporífero.
PITO.

1 comentario:

  1. ¿Soporífero? Soporífero es que tu abuelo te hable sobre toda su vida y sus sueldos y de cuantas casas ha tenido gracias a deslomarse trabajando sin ver a su familia (ah, no olvides las anécdotas esporádicas). Esto es divertido, al menos le das un toque. Espero la continuación(?).

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